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Alcohol: una trampa para adolescentes

 

Juan Sebastián Gómez nació en 1995 en Colombia, el país de Latinoamérica en que los jóvenes se inician en el consumo de alcohol a más temprana edad: en promedio, a los 11 años. Un país en el que, por ley, todas las bebidas alcohólicas llevan impreso en su etiqueta que “el consumo de alcohol es perjudicial para la salud” y en el que todos los establecimientos donde se comercializan estas bebidas deben tener en un lugar visible la inscripción: “Prohíbese el expendio de bebidas embriagantes a menores de edad.” Un país en el que, a pesar de lo anterior, un 14% de los menores admite consumir bebidas alcohólicas con frecuencia, por lo menos, una vez al mes.

 

Juan Sebastián se emborrachó por primera vez a los catorce años, a los dieciséis su mamá lo llevó a un centro de rehabilitación, a los dieciocho ha vivido mucho más de lo que debía y, por fortuna, ha superado su adicción al alcohol. Hoy, a sus dieciocho lleva casi dos años de limpieza y aceptó compartir conmigo y con los lectores el testimonio de su experiencia.

 

Es el momento de formarse, ¿no? Yo estaba perdido en ese momento.

 

Los motivos que pueden llevar a un joven a excederse con el alcohol y llegar a la adicción son muchos. Varios investigadores del tema coinciden en que uno de los factores de riesgo más frecuentes tiene que ver con la familia - cuando hay un ambiente familiar difícil, padres ausentes, sobreprotección-. Precisamente, es en este punto en que Juan Sebastián comienza su relato: “Crecí en un ambiente... en una familia disfuncional. Mi mamá me tuvo a los 20 años. Fue algo no planeado. Pero todo pasa por algo, yo no la juzgo y nunca sentí resentimiento por eso. Mi papá tenía 21 años y cuando me tuvo se fue a Estados Unidos porque no tenía como asumir la responsabilidad de un hijo. A los 12 años yo ya me sentía solo. Me sentía solo por el hecho de ver a mis amigos y ver que ellos tenían su familia con perro, finca, hermanos.. la foto de álbum. Yo veía eso como algo raro. Yo decía, no tengo esto, me falta esto.

 

La adolescencia es el momento en que la persona se hace más consciente de su entorno, empieza a adquirir una identidad propia y a reconocerse o desconocerse en quienes lo rodean. A veces, ante un entorno difícil aparece el alcohol come escape. “¿Qué pasó cuando me emborraché? Que todos esos dolores, esas ausencias, todo eso que yo tenía en mi corazón y en mi cabeza se iban. De una.

 

Los psicólogos insisten en que la adolescencia es la etapa en que una persona se encuentra a sí misma y empieza a forjar su identidad y personalidad. No hay modo más acertado de señalar el peligro del alcoholismo en un momento como estos que como lo explica Juan Sebastián. “En mi época oscura yo tenía dos personalidades. Yo era el buen hijo, el buen estudiante, el que se bañaba y se vestía y se echaba perfume para la fiesta. Y tenía la otra personalidad que era el demonio, demente. ¿Si? Entonces yo jugaba con eso. En la casa era el bueno y en la calle era el malo. Entonces era una dualidad donde uno pierde la identidad. Te lo juro. Yo llegué a pensar en un momento, ¿quién soy yo? Súmale el uno ser.. chino. Que es el momento de formarse, ¿no? Yo estaba perdido en ese momento.

 

La mission

 

Es evidente, entonces, que la adolescencia en sí misma es un factor de riesgo. Cualquiera que haya pasado por la adolescencia lo sabe: es una época difícil, en ocasiones tormentosa, llena de retos, angustias e inseguridades. Por ese motivo, los adolescentes son más vulnerables ante el alcohol. Y, según Juan Sebastián, en el caso de los hombres puede ser peor en ciertos contextos. La adolescencia del hombre conlleva una responsabilidad de muchas cosas: en una fiesta de hablarle a una niña, pararse a bailar. Todas esas cosas puede que suenen muy sencillitas pero eso pa’ un chino es… una misión. ¿Cómo era para mí más fácil cumplir esa misión? Tomándome un trago. Lo descubrí desde el primer momento en que me tomé un trago. Eso fue a los catorce años.

 

Todo el mundo se lo celebra a uno

 

En este punto de nuestra conversación me doy cuenta que, al señalarme el tema del rol de los hombres adolescentes, Juan ha tocado un tema fundamental: la percepción social del alcohol.

 

De su primera borrachera Juan Sebastián me cuenta: Vomité. Fue un mierdero. Pero obviamente el ego de uno… Me mira porque sabe que lo entiendo y que para mi también es evidente lo que quire decir, como lo será para muchos colombianos jóvenes que sabemos que un episodio de estos se toma como una hazaña, un rito de iniciación. Como mínimo, como un chiste. Al otro día uno lo comenta con todo el mundo y todo el mundo se lo celebra a uno… Mis amigos me celebraban los cachos, me celebraban las borracheras.

 

El caso de Juan ilustra lo que explica el doctor en psicología Efrén Martinez Ortiz en su libro “Hacia una prevención con sentido”: en nuestra cultura hay una baja percepción de riesgo frente al alcohol; lo percibimos como una sustancia inofensiva, muy distinta de otras drogas. Y sobre todo, tenemos representaciones sociales y creencias positivas respecto de su consumo. Con frecuencia, el alcohol es sinónimo de euforia, de celebración y alegría. Es tal la aceptación social frente al alcohol que, como lo demuestran los estudios, muchas veces son los propios padres quienes inician a sus hijos menores de edad, especialmete a los hombres, en el consumo de bebidas alcohólicas.

 

Juan Sebastián aprendió por experiencia lo que tal vez muchos nisiquiera se cuestionan. El alcohol, aunque se consume con naturalidad y básicamente en cualquier contexto, puede llegar a afectar a las personas tanto como cualquier otra droga. “Eso es pura frase de cajón ‘el trago lleva a otras cosas’. Sí. Eso es verdad. ¿Pero, lo que es la sustancia del alcohol? No hay nada como eso en el cuerpo de las personas. El alcohol dentro de los seres humanos, cuando no se maneja bien, puede acabar con la vida en dos minutos.

 

¿Tienes plata y tienes celular? Te llega en diez minutos.

 

A una situación social como esta hay que sumarle leyes flojas y permisivas. Poco importan las leyesque pretenden prevenir el consumo de alcohol en menores de edad. Al fin y al cabo, mientras hay normas que buscan reducir los espacios publicitarios de estos productos en radio y television. Hay vallas enormes que nos insisten que “Cerveza Águila es el hincha oficial de la Selección Colombia”. Así mismo, aunque se prohiba la venta de alcohol a menores, el 74 % de ellos afirma que es fácil conseguir bebidas alcohólicas. 

 

Ante las inseguridades propias de la adolescencia, sumado a las dificultades particulares que cada joven enfrenta, lo preocupante es que el alcohol está ahí, al alcance de cualquiera. Cuando tocamos el tema Juan es tajante: “Es muy fácil todo. Todo está a un botón. Lo que tu quieras está ahí. ¿Tienes plata y tienes celular? Te llega en diez minutos.

 

Uno está más tiempo en el colegio que en la casa

 

Una sociedad que constantemente expone a sus niños y jóvenes a las bebidas embriagantes está poco preparada para alejarlos del consumo. No es solo que las leyes sean insuficientes. La prevención y la atención a los jóvenes consumidores falla desde las familias y los colegios.

 

Juan Sebastián está por terminar su bachillerato en el English School, un prestigioso colegio de Bogotá. Pero siente que su colegio, en el que está desde los cuatro años, le falló.“Yo nunca he tenido una empatía con la formación que a uno le dan en el English. Hace poco leí que ‘la educación es en el colegio y la formación está en la casa’. Pero es que uno está más tiempo en el colegio que en la casa. Entonces eso no puede ser así, eso es una excusa del colegio para zafarse de muchos problemas que hoy en día tienen los chinos. Y el colegio se tapa los oídos. Con mi problema fue así. Realmente no hubo un apoyo emocional ni de cariño. El English es un colegio que es muy bueno. Pero va a tener unas consecuencias muy heavies en los niños si las cosas siguen como están.”

 

Un gran número de colegios privados en Bogotá contratan a instituciones o fundaciones privadas que ofrecen a sus estudiantes programas de prevención en consumo de drogas y alcohol, que incluyen talleres, conferencias, convivencias y capacitaciones. Para los estudiantes y padres de familia de estas instituciones los nombres de fundaciones como Consentidos y SAPS ya son cotidianos. Pero al tratarse de un servicio que se contrata externamente es importante preguntarse por la continuidad de estos programas y, sobretodo, por su eficacia. Los estudios indican que, al parecer, estos programas no solo no funcionan sino que podrían estar provocando aquello que pretenden evitar: ante la forma en que les transmiten la advertencia, los jóvenes sienten curiosidad por aquello que les muestran como prohibido. Juan Sebastián confirma lo que sospechan los estudios; me dice que él no cree en la prevención “en Consentidos, esas cosas… La prevención es una vaina que nos lleva a los jóvenes a hacer lo contrario. ” Cuando le pregunto cómo cree que debería manejarse esta situación, me dice: “cuando yo comparto mi testimonio yo nunca digo no lo haga porque mire lo que me pasó a mí. Yo lo que les pregunto es ¿usted dónde está buscando la felicidad?

 

22 meses feliz de la vida

 

Luego de un episodio en que era evidente que “había tocado fondo”, su mamá lo llevó a la Fundación Proyecto de Vida. Allí duró sesenta días interno y hasta el día de hoy sigue asistiendo a reuniones con su grupo de apoyo. Gracias a la acción oportuna de su mamá y a su propia determinación Juan Sebastián logró salir de un mundo del que no es nada fácil salir. Muchos otros no lo logran, y él lo sabe. Apenas entré había un mapa que decía podemos vivir sin alcohol, sin drogas. Mira, yo no se qué iluminación tuve yo en ese momento de mi vida. Porque normalmente un chino de esos sale corriendo. Yo pensé en el inconsciente: asumamos.

 

Juan Sebastián me insiste una y otra vez que el problema de la recuperación no es la sustancia. Es la determinación para lograr algo por uno mismo, es aprender a tomar buenas decisiones y convencerse de querer llevar una vida serena y feliz. “Yo me hubiera podido meter todas las excusas del mundo para hoy seguir consumiendo. Hoy llevo 22 meses feliz de la vida, pasando bueno, pasando rico, disfrutando.Hoy en día la gente no me habla a mi como la víctima de un problema sino como una persona que pasó por una situación dificil y hoy en día está intentando vivir bien y ser una buena persona.

 

Juan Sebastián afirma que la recuperación es una cosa del alma. Al oír su historia creo que es también un asunto de la mente. Juan Sebastián hoy vive la vida de un adolescente sano y feliz porque cambió su forma de sentir, de pensar y de elegir. Aprendió, a través de una experiencia muy dolorosa, a enfrentarse a un ambiente en el que el alcohol está al alcance de la mano. “A mí la gente me dice: usted no puede tomar. No, no. Yo sí puedo tomar. Yo tengo manos y tengo diez mil pesos en la billetera para irme a comprar una cerveza y tomármela. Otra cosa es que yo no quiera cagarme mi vida otra vez.”

 

Un caso excepcional

 

Su historia, es una historia con final feliz. Casos como el de su adicción hay muchos, muchos más de los que nos permitimos hacer visibles. Pero casos como el de su recuperación son escasos. Él lo sabe por experiencia propia. “Tu no sabes cuanta gente se ha muerto por no tener la oportunidad, económica o de milagros o de gente… por no estar en un sitio de recuperación. La gente se muere. Esta es una enfermedad que mata a la gente. Yo he abrazado gente que al mes se suicida.

 

Entre las muchas reflexiones que me deja su historia le doy vueltas a esta en particular: los legisladores producen las leyes supuestamente encaminadas a prevenir el consumo de sustancias psicoactivas en menores de edad. El tendero cumple con colgar su letrero sobre la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas a menores de edad. Los productores de estas bebidas cumplen con imprimir en sus etiquetas las inscripciones de rigor, pero empapelan el país con su publicidad. Unos padres prohiben y otros aceptan con naturalidad que sus hijos menores prueben el alcohol “porque es mejor que lo haga acá en la casa que por fuera”. Los jóvenes nos presionamos unos a otros a involucrarnos en conductas dañinas que nos parecen “chéveres”. Los colegios de élite contratan a los mejores profesores de matemáticas, ciencias y español pero dejan en manos de terceros la formación de sus estudiantes. Entre todos estamos construyendo una trampa mortal para la juventud.

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