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“Entre menos gente sepa que lo hago, mejor”

 

Úrsula* está en séptimo semestre de Literatura, tiene un promedio superior a 4, es una lectora consumada, le gusta viajar y se viste a la moda. Cada vez que puede visita su natal Cali en donde viven sus papas. José* visita a su abuela los fines de semana, hace deporte y es considerado por su hermano –según dice– por ser el genio de la casa: con 21 años ya terminó las materias de su carrera y está empezando una maestría. José dice que como su hermano es el “bonito de la casa” a él le tocó ser inteligente. Ellos dos son parte de los 230 millones de personas que consumen marihuana alrededor del mundo, según el Informe Mundial sobre las drogas de la ONU 2013.

 

Justo antes de la creación de la ONU, al final de la Segunda Guerra Mundial, la marihuana era legal. Según el documental canadiense The Union (El Sindicato) la marihuana dejó de ser legal porque hacía que las personas fueran muy pacíficas y el gobierno de Estados Unidos tenía miedo de que esto desencadenara en una revolución comunista.

 

El cambio en la legalidad de las plantas hizo que socialmente su consumo dejara de ser aceptado, pero no modificó el comportamiento de los consumidores. El Dr. Perry Kendall, director de la oficina provincial de salud de Vancouver (Canadá), asegura que por el hecho de que una sustancia sea legal o ilegal no afecta su consumo, y pone como ejemplo la época de la prohibición del alcohol en Estados Unidos.

 

José afirma que ante su familia y amigos oculta ser un defensor de la legalización de las drogas. “Si digo que las deberían legalizar me harían a un lado, me dirían que soy un hippie, que apoyo a las FARC y el narcoterrorismo. Se imagina lo que dirían si supieran que fumo [marihuana]” y agrega “entre menos gente sepa que lo hago mejor”. El estigma social es muy grande, muy pocas personas reconocen hacerlo o haberlo hecho, y cuando lo hacen son rechazados.

 

Y es que en un país productor como lo es Colombia la imagen de la marihuana es muy distinta a la que tienen los canadienses, gringos o franceses, que son países consumidores. Durante los años ochenta y noventa en Colombia la violencia del narcotráfico acabó con la vida de miles de personas, entre ellas civiles inocentes, policías e incluso candidatos a la presidencia, por eso hay un rechazo al consumo de marihuana por parte de un amplio sector de la sociedad. A pesar de esto, en 2010 Juan Manuel Santos, Gustavo Petro y Antanas Mockus, candidatos a la presidencia de la república, confesaron haber fumado marihuana en sus años mozos. Siguiendo los pasos del presidente, Úrsula afirma que lo ha hecho con algunos de sus amigos en plan “casero”, solía hacerlo en la finca de su exnovio, siempre con un grupo de su entera confianza. Le preocupa el “que dirán”, no le gusta salir de rumba cuando fuma. Cree que la gente es muy hipócrita porque muchos lo hacen y lo niegan. José piensa algo parecido, dice que es como con la homosexualidad, “el homofóbico cuando esta borracho se le moja la canoa, así este casado y tenga hijos”.

 

Para evitar que la gente lo juzgue José solo fuma con su mejor amiga, y al igual que Úrsula lo hace fuera de Bogotá. Además, tiene un dealer que le lleva a su casa “la mercancía”. Lo llama, le pide que le mande “un paquete de 50 [mil pesos]”. Le responde que necesita que mande la dirección por mensaje de texto, a partir de ese momento tiene que esperar dos horas para que lo llamen. Cuando están a dos cuadras de su casa, en un tranquilo barrio al nororiente de la ciudad, recibe una llamada avisándole que el “encargo está a dos cuadras”. Le preguntan si camina hasta ese lugar o se lo llevan a la puerta de la casa, él prefiere caminar. “Aparte de mejorar el desempeño académico me hace más saludable” dice con una sonrisa de oreja a oreja. En el consumo como en la compra la discreción es una prioridad.

 

Por qué lo hacen

 

Úrsula cree que todo en exceso es malo, por eso cuando fuma lo hace “esporádicamente” y para romper la rutina. “Fumar marihuana me quita el dolor de cabeza, el estrés y me relaja” afirma. Para José la marihuana relaja y le permite empezar la semana con la cabeza despejada y tranquilo. Desde que comenzó a fumar en tercer semestre su promedio ponderado ha mejorado notablemente, antes lo llevaba en 3,75 y ahora está por encima de 4,5.

 

Cuando Úrsula fuma ve las cosas desde otro punto de vista, “es una forma de alterar los sentidos, de ver la realidad”. Daniel Aguirre, profesor de indigenista del departamento de antropología de la Universidad de los Andes, compara esa alteración de los sentidos con el Yoga: “meterle oxígeno al cerebro cambia la forma de sentir”.

 

José lo define como un estilo de vida, es algo que él escogió. “No es la puerta de entrada a un mundo de perdiciones ni a drogas fuertes, eso es carreta”. De hecho José primero probó la cocaína que la marihuana, “la coca te hace subir a la cima del universo y cuando te caes... te pegas muy duro, eso no te hace nada bueno aparte de quitar una borrachera”, en cambio la marihuana lo ha hecho un mejor estudiante, eso sí “hay que estudiar, no es la fuente de la sabiduría, pero quita el estrés”.

 

El paradigma va cambiando

 

Algunos expresidentes latinoamericanos como Fernando Henrique Cardoso, de Brasil; César Gaviria y Ernesto Samper, de Colombia; Ricardo Lagos, de Chile; y Ernesto Zedillo, de México conforman un movimiento a favor de la legalización de las drogas. Tras su experiencia como líderes de sus respectivos países se han dado cuenta que la “guerra contra las drogas”, impulsada por Estados Unidos, no cambia el problema.

 

En la cumbre de Foro Económico Mundial de Davos en Davos (Suiza) el Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, dijo “¿Cómo le voy a decir a un agricultor que puede ir a la cárcel por cultivar una hectárea de marihuana si en algunos estados de EE.UU. es legal fumarla”, haciendo referencia a la legalización de la venta y consumo de marihuana con fines recreativos en Colorado y Washington (Estados Unidos).

 

En 2013 la revista The Economist le dio el título a Uruguay como país del año por legalizar la marihuana. En Colombia el cultivo de la planta es ilegal, sin embargo Úrsula y José pueden cargar una dosis mínima para uso personal de 22 gramos sin ser penalizados.

 

*Los nombres fueron cambiados para proteger sus identidades.

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