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Una tarea difícil de cumplir

 

Iván Cepeda es filósofo, político, defensor de los derechos humanos y actualmente hace parte de la Cámara de Representantes. Se desenvuelve en el tema de las víctimas del conflicto armado y dicha labor lo ha llevado a ganar distinciones como el Premio Medalla de la Libertad Roger Baldwin en el 2007. Su padre, Manuel Cepeda, fue un político izquierdista víctima del exterminio de la Unión Patriótica en los años 90, y su madre fue también parte del movimiento como periodista y activista. Al igual que sus padres, Iván Cepeda ha seguido el camino de la política y es uno de los exponentes más destacados de la izquierda colombiana: fue elegido Senador para el período 2014-2018 con la segunda votación más alta del Polo Democrático. Por esto, hoy ha decidido contarnos parte de su experiencia al ser parte de esta ideología que trata de encontrar un espacio en un camino lleno de obstáculos.

 

Teniendo en cuenta que empezó a participar desde los 13 años en la política, ¿Cómo recuerda esos primeros pasos?

 

Bueno, realmente yo no diría que desde los 13 años. Yo nací en un hogar donde mi padre y mi madre eran líderes políticos, y además activistas. Desde esa perspectiva, no podría decir que hay un periodo de mi vida a partir del cual comencé a tener experiencias políticas. Digamos, ver a mi padre y a mi madre involucrados desde siempre en todos estos asuntos, fue una experiencia que marcó mi existencia. Básicamente, recuerdo el haber asistido a muchos de estos eventos, acompañándolos, en mi niñez y en mis primeros años de adolescencia. Pero realmente el momento que marcó mi vida política fue aquel en que no por una imposición de ambos sino por mi propia conciencia llegué a la convicción de que quería involucrarme en la política y que hacía una opción hacia la izquierda. Digamos, yo parto de la idea de que las convicciones políticas no pueden ser impuestas, ni pueden ser transmitidas genéticamente o por la autoridad de los padres. Debe haber una convicción y una pasión. En mi caso, el hecho que marcó mi vida política fue prácticamente a los 11 años de edad, si puedo ubicarme, que sucedió el golpe de Estado contra Salvador Allende. Realmente fue un momento que tuvo un contenido especial que me conmovió y me conmocionó internamente, y fue algo que me convenció a actuar políticamente.

 

A partir de esta convicción, ¿a quién espera representar?

 

Bueno, inicialmente uno no quiere representar a nadie. Uno quiere de una manera abstracta y muy soñadora, cambiar el mundo. Digamos que la primera noción y convicción que uno tiene es que es posible cambiar el mundo. No la sociedad, no el barrio sino el mundo en general. Es propio de los jóvenes no tener los temores, no tener las barreras que va imponiendo el conocimiento y la edad. Eso es digamos, ventajoso, hace que las posiciones sean muy radicales, muy afirmativas, que no se tengan muchas dudas por las barreras que va imponiendo un análisis mucho más realista de las situaciones. Pero por supuesto también tiene las desventajas de la ingenuidad, y de la falta de conocimiento.

 

Según su criterio, ¿cuáles han sido los mayores obstáculos de la izquierda en Colombia?

 

Bueno, el primero de ellos es que la sociedad colombiana no es una sociedad democrática. No es un país que haya alcanzado el estado en el que se admita la posibilidad de que exista una fuerza de oposición de izquierda, y mucho menos un gobierno de izquierda. Pues no solamente de izquierda, yo diría de una posición alternativa. Incluso no de izquierda, sino medianamente liberal en términos consecuentes. Y eso ha sido, digamos, la causa de muchos episodios de nuestra historia: de crímenes, de magnicidios, de exterminios, de genocidios de la guerra en la que estamos. Esa intolerancia, esa incapacidad no solamente de admitir a la izquierda y a otras formas de pensar y de concebir a realidad sino también el hecho de desconocer los propios valores y las reglas de la misma democracia.

 

Entonces usted diría que la Constitución de 1991 no ha cumplido con la parte de mayor inclusión social…

 

Yo creo que la Constitución del 91 fue un importante logro que efectivamente sirvió para abrir un poco el horizonte político y de derechos de la gente, pero fue una tarea mal hecha e inconclusa. Dejó muchos cabos sueltos y muchas posibilidades de que los elementos democráticos que tenía esa constitución pudieran ser rápidamente controlados y eliminados. Como hemos visto con las 30 reformas, si no estoy mal, que se le han hecho a la Constitución.

 

Respecto a los medios de comunicación, ¿usted cuál cree que ha sido el apoyo que la izquierda colombiana ha recibido por parte de estos?

 

Cuando digo que no hay democracia no me refiero solamente al plano político sino también a la comunicación. En Colombia seguimos en un Estado en el cual hay un monopolio de la información, de la comunicación, de la opinión público. Esto se expresa, como tantas veces se ha visto, en un gran periódico, una gran revista, dos o tres grandes canales o cadenas radiales. Y por supuesto, la comunicación es fundamental para la política. Digamos que muchas veces habría que hacer esfuerzos para desligar la comunicación de la política, la política es comunicación. Por eso es tan grave que haya monopolio de la comunicación, porque esto significa un empobrecimiento de la participación política y democrática por supuesto.

 

¿Y para usted qué significa el caso Petro?

 

Es un nuevo episodio de lo que hemos estado diciendo. Es un episodio en el cual las élites del país, y en este caso de la ciudad de Bogotá, sienten peligrar el poder que tienen. Lo demuestran en emplear métodos criminales, o lo que es propio del caso Petro que es violar la Constitución y las leyes. Utilizando para ese fin argucias y pretextos.

 

¿Qué consejos tiene usted para los jóvenes que pertenecen a la izquierda?

 

Bueno, en general para los jóvenes el primer consejo que yo daría es que no vayan a dejarse capturar por la idea del apoliticismo, y de la despolitización que es tan común en nuestra sociedad. Digamos que parte de los mecanismos del poder político ha sido convencer a los ciudadanos de que no tienen poder y que la política no es un asunto que les concierne o interese, sino que eso es un asunto que deben hacer los políticos, la clase política, los partidos, el Congreso. Es decir, lo primero es que toda persona debe ser política, es decir ciudadana y participante en los asuntos de la sociedad. Decisora de los asuntos que nos conciernen a todos. La paz, el presupuesto nacional y el de su localidad, la representación política, las elecciones, la junta del barrio, la junta del edificio. Lo común en Colombia es el triunfo del apoliticismo que no es un apoliticismo constructivo o digamos subversivo en el mejor término, es decir, que cambie la realidad. El problema es que es un apoliticismo pasivo en que la gente se queja y se queja de lo que hacen los políticos y votan por ellos en las elecciones o no vota, o se abstiene y vota en blanco y al final no cambian para nada la realidad. El segundo consejo es que se pongan del lado de quienes más necesitan: de los débiles. No porque sean débiles por naturaleza sino que tienen una situación más vulnerable en la sociedad. Que pongan el conocimiento, sobre todos los universitarios y los profesionales, no de los negocios, no de los poderosos, no de la mentira, no del engaño, no de la injusticia, sino del lado del cambio, de la paz y de la democracia.

 

¿Qué significa ser de izquierda en Colombia?

 

En pocas palabras, ser de izquierda en Colombia significa querer un cambio del sistema económico, social, político, cultural que reina en nuestro país y en el mundo. Un cambio del modelo. Un cambio que se note de verdad.

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“…el hecho que marcó mi vida política fue prácticamente a los 11 años de edad, si puedo ubicarme, que sucedió el golpe de Estado contra Salvador Allende.”

 

“…lo primero es que toda persona debe ser política, es decir ciudadana y participante en los asuntos de la sociedad.”

 

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