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Cuerpos médicos: de lo mundano a lo macabro

 

Todos hemos visitado, o visitaremos a un médico. Nos han contado la teoría, los médicos siempre son profesionales, compasivos, éticos y serios. Pero sabemos que en la práctica, son tan humanos como el resto, y tan falibles como sus pacientes. Desde el maltrato de cadáveres, ser confundidos con criminales, e interacciones con las personas más desagradables de la sociedad, la profesión está llena de accidentes e incidentes.

 

V. No tendrás relaciones inapropiadas con tus compañeros

 

Para ser médico, primero deben graduarse. Sin embargo, esto es más fácil decirlo que hacerlo. Aprenden mucha información, tienen horas largas y el estrés psicológico de pensar que un simple error puede matar a alguien. Pero la verdadera amenaza son los compañeros. El inmunólogo y profesor de los Andes, John Mario González, describe la facultad de medicina como altamente competitiva. Los estudiantes se sabotean. En un examen se ponen banderitas sobre áreas de un cadáver, para que las identifiquen. No es extraño que los mismos alumnos muevan las banderas, o las quiten completamente. En otro, deben mirar una muestra de tejido por un mismo microscopio, al ir pasando cambian el enfoque o mueven la muestra. González dice que es normal que tenga que repetir “NO muevan el microscopio”. Finalmente, existe el otro extremo de las relaciones entre compañeros. En los hospitales no es inusual encontrar una corbata sobre la puerta del dormitorio.

 

 

 

 

IV. No tomarás lo que no es tuyo

 

Si los médicos logran sobrevivir las clases y sus compañeros, se enfrentaran con un nuevo enemigo: los pacientes. La enfermedad, las heridas, o la gratitud no neutralizan el peligro. En el hospital de Kennedy, por ejemplo, hay un pabellón en el que no entran ni médicos ni enfermeras cuando cae el sol. Saben que si lo hacen, se exponen a ser atracados y violentados. En su ausencia, los pacientes se atacan entre sí. En una historia que se ha vuelto famosa entre los internos, que la usan para asustar y preparar a los novatos, el doctor es la víctima. Al terminar de suturar a un hombre, se volteo un momento. Cuando volvió a ver, el hombre había tomado el bisturí y lo estaba amenazando. Le pidió su celular y billetera. “¿Pero cómo? ¡Si lo acabo de suturar!” “Sí”, le contestó “Su trabajo es curar gente. El mío es atracar gente”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

III. Seguirás las reglas

 

La competencia entre los médicos los lleva a que a menudo no sigan el protocolo. En muchos casos, se lo saltan para obtener el consentimiento de familias en duelo, para poder tomar los restos de sus seres queridos para estudio. Suena cruel, pero es necesario para poder educar a los médicos futuros en anatomía. Los cadáveres son difíciles de conseguir, solo les dan cadáveres no reclamados de hospitales. A veces llegan a reclamarlos, pero para ese momento ya se les han sacado órganos y quitado miembros. Mientras la familia llena el papeleo, los médicos frenéticamente lo rellenan y suturan. Daniel Martínez, médico del laboratorio de anatomía de Los Andes, siempre ha buscado ayudar a satisfacer la demanda de partes humanas para estudio. Cuando una amiga le dijo que tenía un esqueleto académico que le podía donar, fue de una vez a recogerlo sin avisar a la universidad. En sus palabras, se lo entregaron de la manera más “Justicia y Paz” posible: dentro de una maleta vieja de cuero. Lo puso en el baúl, y se fue para la Universidad, y claro, lo detuvieron en el control de policía en el eje ambiental. Varias horas, llamadas, y tensión después, lo dejaron seguir a Los Andes, con un viejo esqueleto en una maltratada maleta, sin ser arrestado.

 

 

 

II. No consumirás irresponsablemente

 

Los pacientes son peligrosos, por si solos, sin hablar de cuando están bajo la influencia de sustancias. Se dice que todos los médicos tienen una historia de algún hombre “enbazucado” que trató de huir del hospital a las tempranas horas de mañana. Usualmente desnudo en el intento. GR, estudiante de medicina que no quiere ser identificado, estaba de turno en el hospital de Suba, cuando un hombre ingresó con una puñalada. Eso es usual, pero esta puñalada en particular era auto-infligida. Cuando llegó a su casa borracho, su mujer dijo que no le abriría la puerta. El amenazó con apuñalarse si ella no lo dejaba entrar. Ella lo hizo cumplir. GR también tiene otro cuento, aunque este es más espeluznante. Al terminar las cirugías del día, la anestesióloga de turno bajó a dormir en el dormitorio del hospital. Ahí se encontró un guatemalteco desorientado, en una bata ensangrentada, murmurando que no quería que le hicieran cirugía. Calmadamente, llamó a seguridad. Cuando lograron entender toda la historia, descubrieron que en una noche de rumba se había hecho una pequeña herida, la cual ya habían suturado. No pensaban hacerle cirugía, pero su aventura, inspirada por las sustancias psicoactivas que había ingerido, lo llevó a levantarse el siguiente día atado a una cama, bajo observación. Tenía un vuelo de vuelta a Guatemala esa misma mañana.

 

 

 

 

 

I. Pero sobre todo, no hacer todo esto a la vez

 

Olga Albornoz, psiquiatra, estaba en su año rural en Honda hace unos treinta años. Una noche llegaron tres víctimas de un accidente de bus: una abuela, su hija, y su nieta. La abuela sufrió una fractura craneal; murió al llegar. Como las mujeres no eran de la localidad, el cuerpo se debía guardar en la morgue mientras llegaban los otros hijos de la difunta. Llegaron pronto en un viejo Audi anaranjado. Albornoz entró a la morgue, y el cadáver había desaparecido. La ventana había sido forzada. Se lo había llevado El Chulo. Así le decían al empleado de la funeraria local. Era delgado, vestía siempre de negro, y tenía una voz alta y nasal. Lo conocían en el hospital porque era asmático e iba a menudo por dificultades asociadas a su condición. Pero el detalle más notable era su brazo retraído. Tenía la contractura de Volkmann, una deformidad del brazo debida a una infección que había contraído al cortar su brazo con la costilla de un cadáver que estaba preparando. Él había estado en el hospital cuando entraron las mujeres, y la gobernación le pagaba por autopsia. Así que, a mitad de la noche, tuvieron que irse a la funeraria, a buscar un cuerpo. Cuando llegaron, El Chulo no había empezado el procedimiento, y los hijos de la mujer insistieron en llevársela de inmediato. Pero el coche fúnebre, que había usado El Chulo para llevársela, ahora estaba en manos de los directores de la funeraria, en el cual se habían ido de rumba. Al fin, la señora se devolvió a su casa, sentada en el asiento delantero de ese Audi naranja, asegurada con el cinturón.

 

 

Esta historia, mas extraña que la ficción, combina todos los malos comportamientos de médicos y los que están alrededor de ellos. Hay competencia, falta de ética, maltrato a restos humanos, robo y muy probablemente una que otra sustancia involucrada. La profesión médica es una institución loable, pero no siempre es honorable, o hasta respetable, pero si es necesaria. Mientras existan los humanos, existirán los médicos. El problema es que esos médicos son humanos.

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