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Al margen de la vida y la muerte

 

“La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor", con este mensaje Lucio Anneo Séneca, filósofo y pensador español, resume lo que significa la eutanasia para la mayoría de personas que padecen una enfermedad terminal. Un favor que muy pocos médicos aceptan, algunos por miedo a ser juzgados, tanto por la sociedad como por el Estado, otros por miedo a incumplir el juramento hipocrático y unos cuantos porque simplemente su moral no les permite aceptar la eutanasia en el campo de la medicina.

La palabra eutanasia significa “buena muerte”, es decir, la decisión que toma una persona para morir dignamente y dejar de sufrir. La Corte Constitucional colombiana tiene una posición radical frente de este tema, planteado en la Sentencia C-239/ de 1997. En ella se tocan varios puntos importantes:

 

El Estado debe proteger la vida, pero acepta la muerte digna como parte de ella. Por esto, la Corte considera que los enfermos terminales (personas que no están entre la muerte y muchos años de vida, sino entre morir en condiciones que él escoge, o morir poco tiempo después en circunstancias dolorosas) pueden elegir la eutanasia. Es difícil encontrar médicos que accedan a dar una muerte digna. El hecho de ver el sufrimiento del paciente hace que esta decisión sea muy complicada, porque inicialmente la medicina se trata de salvar vidas. En este caso la persona debe contar con suficiente capacidad intelectual y conciencia para tomar la decisión, y debe tener información seria y fiable de un médico acerca de su enfermedad, de las opciones terapéuticas y de su pronóstico. Entonces, ¿qué ocurre con las personas que se encuentran en estado un vegetal? Ellos simplemente no tienen como expresar que quieren morir de la mejor manera. Lastimosamente, para Estado colombiano la eutanasia en estos casos no es legal, entonces simplemente mueren ahogados cuando se les desconecta el ventilador. Aun así, los médicos que realicen la eutanasia no pueden ser sancionados si se comprueba que el procedimiento siguió los parámetros nombrados. Solo “si se comprueba” que así fue, por esto mismo es tan difícil que un doctor acceda hacer este “favor”. No solo están violando sus creencias, sino que están conscientes de que si algo llega a salir mal la sanción es de mínimo tres años de cárcel.

 

La eutanasia legal, debe cumplir entonces con ciertas condiciones: 1. Verificación de la situación real del paciente por personas competentes; 2. Indicar las personas que deben intervenir en el proceso; 3. Observar si la persona está en todas sus facultades de comprender su muerte 4. Medidas que deben ser usadas por quien decida permitir la muerte; 5. Incorporación al proceso educativo de temas como el valor de la vida y su relación con la responsabilidad social. Según la Corte, toda eutanasia debe tener una investigación detallada, teniendo en cuenta el consentimiento de la persona y todas las pruebas que se tengan, para mirar si la decisión tomada por el médico fue correcta o antijurídica.

 

Los médicos que tengan la suerte de ser protegidos por el Estado, continúan su vida en libertad. Pero, ¿hasta qué punto terminar con la vida de una persona es moralmente correcto, como para justificar la violación del juramento hipocrático, en el que los doctores al graduarse prometen preservar la vida por encima de todo? No hay respuesta completamente correcta para esta pregunta. Cada médico tendrá un límite establecido para estos casos y sus actos serán guiados por sus creencias. “Teóricamente yo estoy de acuerdo con la eutanasia, viéndolo como un proceso de una muerte digna para el paciente. Pero cuando uno está en la práctica es difícil definir sobre este aspecto. Yo como oncólogo neurólogo lucho al máximo por la vida del paciente, por darle una buena calidad de la misma y aumentar la sobre vida. Pero, un punto importante que hay que manejar en el paciente es el dolor, hasta que finalmente todo se sale de nuestras manos y no hay nada más que hacer”. El Doctor Gonzalo Melo explica que la función del médico será siempre velar por la vida. Pero y entonces, ¿qué pasa cuando simplemente “ya no hay nada más que hacer”?, ¿cuándo la persona sigue teniendo la opción de pasar por varios tratamientos, pero simplemente quiere detenerlos y morir? El Estado solo da la eutanasia a los enfermos terminales, los demás tienen que seguir sufriendo porque en Colombia la eutanasia legal no aplica para ellos.

 

Los doctores tienen las razones suficientes para sentir miedo. Miedo a que la ley prometa protegerlos cuando dan una muerte digna, y luego cambien las cosas y se vean afectados. “A mí me llegan a diario pacientes con cáncer. Una vez me llego un viejito que me trajo una chocolatina porque se venía a despedir. Le habían dicho que le quedaban pocos días y que no había nada más que hacer. El señor quería morir de una vez pero el médico no podía hacer nada para ayudarlo y el paciente se sentía impotente frente a la decisión que quería tomar con su vida.” Elsa Liliana Gómez trabaja en un hospital y presencia el dilema que los médicos con los que trabaja viven a diario. El no saber qué hacer, no saber hasta qué punto llegar para evitar involucrarse y dejarse llevar por el sufrimiento de los enfermos. Un límite que muy pocos profesionales atraviesan con la eutanasia, pero que la mayoría no se atreve a romper por razones éticas y legales. Un dilema que los mantiene al margen que hay entre mantener la vida o ayudar al enfermo a morir dignamente, teniendo en cuenta los juicios de la sociedad, las consecuencias jurídicas que se pueden presentar y la violación a juramento que hicieron cuando iniciaron a ejercer su carrera. Un dilema que siempre traspasa del ámbito cotidiano al humano y enfrenta al Doctor a una situación en la que no hay decisión correcta.

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Un dilema que siempre traspasa del ámbito cotidiano al humano y enfrenta al Doctor a una situación en la que no hay decisión correcta.

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